¡Gloria a Jesús, el Señor y Salvador! Esta es una frase que sale de mi corazón, y me alegra poder gritarla a los cuatro vientos, haciéndola resonar en cualquier lugar en el que me encuentre. Sé que estoy de acuerdo con la Biblia cuando la digo, y sé que Dios se glorifica al escucharlo. Te invito a expresarla con fe y alegría también. Pero debes saber algo, solo puedes decirla con conciencia tranquila… si crees que Jesús es Dios.
Si tú no crees esa última afirmación, talvés leerlo cayó como una helada desilusión que apagó la emoción que sentías al leerla. Pero te invito a que antes de que cierres la página, analices conmigo la Biblia para ver si lo que digo es verdad. Sí soy yo el que habla, no tendrá importancia, y si es la Biblia, ¿cómo dejar de leer cuando habla la Biblia? Así mismo, si tú sí crees que Jesús es Dios, quedate y deléitate en esta preciosa doctrina.
¡Gloria a Jesús, el Señor y Salvador!
Si sigues leyendo, significa que has decidido quedarte, me da gusto. Ahora vayamos al grano. Si desmenuzamos esa frase que leíste al principio, obtenemos tres palabras claves (gloria, Señor y Salvador). A partir de esas palabras voy a darte en este artículo 3 pruebas contundentes de que Jesús es Dios.
1) Jesús recibe gloria y adoración.
En toda la Biblia, el único que recibe gloria y adoración es Dios. Él es muy enfático en Isaías 42:10 cuando dice: “Yo Jehová; éste es mi nombre; y a otro no daré mi gloria, ni mi alabanza a esculturas (énfasis añadido). Sabemos que Dios nos creó enteramente para Su gloria y eso espera recibir de Sus criaturas (Isaías 43:7; Romanos 1:21-25). Ni aún si cambiamos la palabra por otra más suave como “honra” podemos recibirla en lugar de Dios, pues dice: “… y mi honra no la daré a otro” (Isaías 48:11). De modo que es claro, Dios es un Dios celoso (Éxodo 34:14) que no permitirá que otro se apropie de la gloria que sólo a Él le pertenece. Tal como le sucedió a Herodes que expiró comido por gusanos “por cuanto no dio la gloria a Dios” (Hechos 12:21-23).
Todos estaremos de acuerdo con eso. El problema surge (para algunos) cuando vemos que Jesús recibe abiertamente en la Biblia esa gloria que pertenece solo a Dios. Abundan exaltaciones a Cristo por todo el Nuevo Testamento. En Hebreos 13:21 dice (refiriéndose a Jesucristo): “… al cual sea la gloria por los siglos de los siglos. Amén”. Esa frase nos haría temblar por haber escuchado una blasfemia. Por supuesto... eso si Jesús no fuera Dios. Pero, ¿solamente el autor de hebreos lo menciona? No. Pedro afirma: “… para que en todo Dios sea glorificado mediante Jesucristo, a quien pertenecen la gloria y el dominio por los siglos de los siglos. Amén”. Es indudable el juego de palabras: que Dios sea en todo glorificado pero también esa gloria (junto con el dominio) pertenecen a Jesucristo por siempre. Así mismo, Pablo ora por los Tesalonicenses “a fin de que el nombre de nuestro Señor Jesús sea glorificado en vosotros” (2 Tesalonicenses 1:11-12).
Jesús mismo consintió en recibir esa gloria. “Entonces, cuando hubo salido, dijo Jesús: Ahora es glorificado el Hijo del Hombre, y Dios es glorificado en Él” (Juan 13:31). Alguno podría argumentar que Dios le permitió recibir esa gloria (aún siendo criatura), por ser el Cristo solo para glorificarse por medio de Él. Pero si este fuera solo el caso, Jesús no se atribuiría esa gloria como suya desde la eternidad: “Ahora pues, Padre, glorifícame tú al lado tuyo, con aquella gloria que tuve contigo antes que el mundo fuese” (Juan 17:5). Por ello, Pablo llamó con seguridad a Jesús de la siguiente manera: “… porque si la hubieran conocido, nunca habrían crucificado al Señor de gloria” (1 Corintios 2:8). Negar que el pasaje llama a Jesús “Señor de la gloria” sería necedad.
Otro término relacionado a la gloria es la adoración. Podríamos definirla como la contemplación constante y deléite en la gloria de Dios. Como bien sabemos, la adoración también es exclusiva para nuestro Dios (Mateo 4:10). Cuando hombres honestos han recibido adoración, su reacción inmediata es rehazarla, sabiéndo que son solo hombres (Hechos 10:18; 14:11-15). Pero quizás los ángeles si puedan recibir adoración, ¿No es cierto? Pues no. El ángel que habló a Juan fue muy enfático respecto a Quién SOLAMENTE debemos adorar: “… adora a Dios” (Apocalípsis 22:8-9). Siendo Jesús un hombre honesto, si Él es solo hombre (aún el primero en ser creado), o un arcángel (como afirman algunos), debería rechazar enfáticamente toda adoración. ¿Hizo eso Jesús?
Tenemos bastantes ejemplos de personas adorando a Jesús; y Él no los rechazó precisamente:
Entonces los que estaban en la barca vinieron y le adoraron, diciendo: Verdaderamente eres Hijo de Dios (Mateo 14:33).
Aquí era el lugar perfecto para aclarar un asunto tan importante. Pero no, el silencio también habla. La adoración era la respuesta natural ante el poder de Dios el Hijo, y no hubo reprensión por parte de Jesús. También tenemos:
He aquí, Jesús les salió al encuentro, diciendo: ¡Salve! Y ellas, acercándose, abrazaron sus pies, y le adoraron. Entonces Jesús les dijo: No temáis; id, dad las nuevas a mis hermanos, para que vayan a Galilea, y allí me verán. (Mateo 28:9-10).
¡No temáis!... No es la respuesta de alguien honesto que está recibiendo lo que no le pertenece. Jesús está abiertamente aceptando que lo adoren. Oh, pero tal vez lo dejó pasar por esta vez. Ellas estaban muy emocionadas para arruinarles el momento. Sin embargo, unos versículos adelante de nuevo dice:
Pero los once discípulos se fueron a Galilea, al monte donde Jesús les había ordenado. Y cuando le vieron, le adoraron; pero algunos dudaban. Y Jesús se acercó y les habló diciendo: Toda potestad me es dada en el cielo y en la tierra” (Mateo 28:16-18).
Sus palabras ante esa escena fueron sorprendentes. Fue algo como: No tengan dudas, adorenme. Aún el Padre mismo nos muestra la deidad de Su hijo al declarar: “Adórenle todos los ángeles de Dios” (Hebreos 1:6b).
Lo mismo en Juan 9:35-39 con la historia del ciego. En fin, estos pasajes, aunque no los únicos, son suficientes para comprobar que Jesús recibió lo que solo a Dios pertenece: la gloria y la adoración. Debes reconocer que si Jesús no es Dios, no estamos hablando de un buen hombre. Entonces, los fariseos tendrían razón al llamarlo blasfemo. Eso no sucede si, en efecto: Jesús es Dios. Continuamos con la segunda prueba contundente de que Jesús es Dios.
2) Jesús es el Señor.
La Biblia reconoce a un sólo Señor: Jehová. El epiteto de los Diez Mandamientos nos dice: “Escucha, Israel: El SEÑOR nuestro Dios es el único SEÑOR” (Deuteronomio 6:4, NVI). Versiones bíblicas (como la NVI) basadas en la Septuaginta (el Antiguo Testamento que leyeron los apóstoles y Jesús) traducen los nombres de Dios YHWH y Adonai al término griego Kurios (Señor). De manera que la Biblia enseña que existe un sólo Kurios en el universo. Esto mismo enseña Pablo en 1 Corintios 8:6. Pero, de nuevo, la situación se complica cuando vemos a Quién llama Señor (Kurios) de esa forma exclusiva que pertenece a Dios: “para nosotros, sin embargo, sólo hay un Dios, el Padre, del cual proceden todas las cosas, y nosotros somos para él; y un Señor, Jesucristo, por medio del cual son todas las cosas, y nosotros por medio de Él”. Bien, sé que muchos argumentarán que ahí separa a Jesús de Dios; pero, no puedes ignorar el hecho de que le está dando el titulo de “único Señor” a Jesucristo. ¿Acaso el Nuevo Testamento no está de acuerdo con el Antiguo en que Dios es el único Señor? Si lo está. Apocalípsis 18:8 lo llama “Dios el Señor”; Mateo 1:22, “el Señor”; Mateo 4:10 y 22:37, “el Señor tu Dios”. Hechos 17:24 lo llama “El Dios que hizo el mundo y todas las cosas que en él hay, siendo Señor del cielo y de la tierra...” (refiriéndose a que es Señor de todo). Por supuesto el sentido que el NT le da a la palabra Señor (Kurios) es especial.
Pablo, así mismo, estalla en una exultación de alabanza a Dios, y lo llama “único y bendito Soberano, Rey de reyes y Señor de señores” (1 Timoteo 6:15). Una lectura superficial del contexto de ese versículo nos demuestra que se refiere a Dios. ¿A quién más podríamos exaltar así y llamarlo Rey de reyes y Señor de Señores? Ups, si Jesús no es Dios, la cosa se vuelve a complicar.
Jesús es el Cordero de Dios (Juan 1:29). El mismo Juan que describió así a Jesús también escribió lo siguiente: “Le harán la guerra al Cordero, pero el Cordero los vencerá, porque es Señor de señores y Rey de reyes...” (Apocalípsis 17:14). También Apocalípsis 19:16: “En su manto y sobre el muslo lleva escrito este nombre: Rey de reyes y Señor de señores”. Ahí está Jesús como Rey de reyes y Señor de señores. ¿Usurpando el lugar de Dios? No lo creo. Tomando Su lugar legítimo como Dios.
No es la única referencia. Jesús, hablando de Sí mismo, enseña a los judíos que “David en el Espíritu le llama Señor” (Mateo 22:43). Es decir, el Espíritu de Dios, a través de David, llama a Jesús Señor. Atención, esto es Jesús afirmando que Él es el Señor.
Pablo lo lleva a tal punto de asegurar “que si confesares con tu boca que Jesús es el Señor, y creyeres en tu corazón que Dios le levantó de los muertos, serás salvo” (Romanos 10:9, énfasis añadido). El requisito para la salvación eterna es estar de acuerdo (eso significa el término confesar) con la afirmación “Jesús es el Señor”. No es un señor, es el Señor. Y si el Señor nuestro Dios, el Señor uno es; entonces, si quieres ser salvo ya sabes lo que debes creer de Jesús. Ese, de hecho, era el centro de la predicación del apóstol (2 Corintios 4:5).
—¡Bueno! Talvez la Biblia se refiere a que Jesús es la criatura más especial que Dios creó, que está por encima de todos nosotros, ¡pero no que es Dios! —guerreará alguno. Previendo eso, la Biblia nos deja un bonito juego de palabras para mostrarnos que ser “el Señor” significa ser Dios. Está en la forma en que Tomás llama a Jesús una vez que creyó en Él: “Entonces Tomás respondió y le dijo: ¡Señor mío, y Dios mío!” (Juan 20:28). ¿Lo ves?
—Pero Jesús no debió estar de acuerdo con esa afirmación —me increparás seguramente. Pero la respuesta de Jesús fue: “Porque me has visto, Tomás, creíste; bienaventurados los que no vieron, y creyeron” (v. 29). Es decir, “qué bueno que lo creas, ¡lo malo es que te esperaste a ver para creer!
Querido lector, sin duda alguna, Jesús es el Señor. Si no lo crees, la Biblia dice que no eres salvo. Si lo crees, entonces podemos celebrar juntos que hay un sólo Señor: Dios. Con esto pasamos a la tercera y última prueba de que Jesús es Dios.
3) Jesús es el Salvador.
Del mismo modo que el título de Señor, el de Salvador es uno que ya tien derechos de autor. No es que pocos puedan llamerse así, sino que sólo Uno es legítimamente Salvador. El Señor lo declara llanamente: “Yo, yo Jehová, y fuera de mí no hay quien salve” (Isaías 43:11). De hecho, en esa característica se glorifica. Isaías 43:12 dice: “Yo anuncié, y salvé, e hice oír, y no hubo entre vosotros dios ajeno. Vosotros, pues, sois mis testigos, dice Jehová, que yo soy Dios”. El hecho mismo de salvar atestigua que Él es Dios. No puede ser de otra forma. “La salvación es de Jehová; sobre Tu pueblo sea Tu bendición” (Salmo 3:8).
Otros pasajes lo dicen de forma diferente. A Dios se le llama en la Biblia, la Roca (con R mayúscula). Este término se refiere usualmente a Su poder para salvar.
Viva Jehová, y bendita sea mi Roca, y engrendecido sea el Dios de mi salvación (2 Samuel 22:47).
Jehová, roca mía y castillo mío, y mi libertador; Dios mío, fortaleza mía, en él confiaré; mi escudo, y la fuerza de mi salvación, mi alto refugio (Salmo 18:2).
Inclina a mí tu oído, líbrame pronto; sé tú mi roca fuerte, y fortaleza para salvarme (Salmo 31:2).
Él me calmará: mi Padre eres Tú, mi Dios, y la Roca de mi salvación (Salmo 89:26).
Entonces nos preguntamos: ¿cuántas Rocas hay que puedan salvar a la humanidad? La Biblia responde con una pregunta retórica (cuya respuesta es obvia):
Porque ¿quién es Dios, sino sólo Jehová? ¿Y qué roca hay fuera de nuestro Dios? (2 Samuel 22:32).Debemos confiar sólo en Dios para nuestra salvación entera (en esta vida y en la eternidad). Debemos decir a cualquiera que confía en otro que no es Dios: “Porque la roca de ellos no es como nuestra Roca, y aun nuestros enemigos son de ello jueces” (Deuteronomio 32:31). O ayudarles a ver a los que confían en dioses falsos: “¿Dónde están sus dioses, la roca en que se refugiaban; que comían la grosura de sus sacrificios, y bebían el vino de sus libaciones? Levántense, que os ayuden y os defiendan” (Deuteronomio 32:37-38).
El Nuevo Testamento ofrece el mismo testimonio: “Pablo, apóstol de Jesucristo, por mandato de Dios nuestro Salvador” (1 Timoteo 1:1). Lo mismo en el capítulo 2, verso 3. ¿Quién es nuestro Salvador? ¡Dios, por supuesto! ¿Quién más? Y en el capítulo 4 verso 10, es más enfático: “… porque esperamos en el Dios viviente, que es el Salvador de todos los hombres, mayormente de los que creen”. De modo que (para dejar muy claro), ¡no existe Salvador alguno aparte de Dios!
De nuevo, hay un gran conflicto con esto si Jesús no es Dios, porque no pueden haber dos Salvadores le mundo entero; pero, en el evangelio de Juan, los hombres reconocen a Jesús como “el Salvador del mundo, el Cristo” (Juan 4:42).
—Eso lo dijeron unos samaritanos, no cuenta como verdad teológica —objetará alguno. Pero no creo que alguien serio esté dispuesto a negar que Jesús es visto como el Salvador universal en la Biblia. Hebreos 2:10 lo llama el “autor de la salvación de ellos”, otra manera de decir que la salvación es de Jesús, o que solo Jesús salva (como afirman Salmo 3:8 e Isaías 43:11 de Jehová). También Hechos 4:12 es clarísimo: “Y en ningún otro hay salvación; porque no hay otro nombre bajo el cielo dado a los hombres, en que podamos ser salvos”.
—¡No, no! Pero Jesús no puede ser Dios. Esos pasajes deben referirse a otra cosa. —Querido amigo. No luches contra la verdad. Aquí la Biblia te da otra señal con un juego de palabras. ¿A quién crees que se refiere la Biblia cuando habla de ese Salvador universal? Exacto, a Dios. Ahora, ¿Cómo crees que la Biblia llama a Jesús usando ese juego de palabras para dejarte claro la naturaleza divina de Jesús? Lo llama: “nuestro gran Dios y Salvador Jesucristo” (Tito 2:13). ¡Amén al versículo que literalmente solo copie y pegué aquí!
—Pero, ¿y si Pablo se desvió en esa doctrina? Bueno, Pedro dice: “Simón Pedro, siervo y apóstol de Jesucristo, a los que habéis alcanzado, por la justicia de nuestro Dios y Salvador Jesucristo” (2 Pedro 1:1). Dios y Salvador… Dios y Salvador… Dios es el único Salvador= Jesús es el único Salvador= Jesús es Dios.
Conclusión
Este artículo no tiene la intención de ser polémico, o incitarte al debate; más bien de poner en alto el nombre de Cristo. Yo deseo con todo mi ser dar gloria a Jesús con mi vida, y no podría hacerlo si Jesús no fuera Dios. Yo afirmo con seguridad que Jesús es mi Señor y deseo servirlo como tal, pero si Jesús no es Dios, soy un blasfemo. Yo descanso en que Jesús me ha librado de mis pecados, Él es mi único y suficiente Salvador, mas estaría confiando en otra “roca” si Jesús no es Dios.
Por lo tanto, con esto he comprobado una preciosa verdad: Jesús es Dios. Así que puedo seguir gritando esta frase a los cuatro vientos: ¡Gloria a Jesús, el Señor y Salvador!
0 comments:
Publicar un comentario