¿Qué? ¿Cómo? ¿Dios tiene un juicio contra mí? ¿Necesito un representante que me defienda legalmente? ¿Dónde puedo encontrarlo? Te responderé a todas estas preguntas en este post.
¿Qué pasó entonces? Que después de él, su descendencia (incluidos tú y yo) nos hemos encargado de hacer exactamente lo mismo. Podríamos vivir bien, como Adán en el huerto, si obedeciéramos los mandatos de Dios expresados en la Biblia; piénsalo, es el pecado el que destruye nuestra vida: es el adulterio el que destruye una familia, es la mentira la que destruye la confianza, es el asesinato y la codicia lo que inicia una guerra; y aún así, como Adán, decidimos pecar. Si nos parecemos bastante. El problema es que, al ser Adán nuestro representante, heredamos de él no solo la misma actitud hacia los mandatos de Dios, sino el mismo castigo por desobedecerlos:“el día que de él comieres, ciertamente morirás” —le advirtió Dios (Génesis 2:17). Así que desde Adán, estamos todos condenados a morir: la muerte física y la muerte eterna, llamada también el infierno.
Sin embargo, la Biblia presenta una solución (sólo una): debes cambiar tu representante ante Dios. Uno que no te herede pecados ni te lleve al infierno por sus malas decisiones. ¿Pero quién podría representarte así y rescatarte de tu pecado?
Jesús como representante de la humanidad
La pregunta se responde fácilmente. El único que puede representarte, además de Adán, es Jesús. La pregunta es ¿Por qué él? Una vez que lo entiendas y lo creas, descubrirás al instante como hacerlo tu nuevo representante. Así que, basándome en Marcos 1:9-13, te muestro cuatro razones por las que solo Jesús puede representarte bien ante Dios.
1) Él se identificó contigo
En Marcos 1:9, Jesús “vino de Nazaret a ser bautizado por Juan en el Jordán”. El bautismo es un acto simbólico de arrepentimiento de pecado: es decir que los pecadores se bautizan para anunciar que se han arrepentido. Sin embargo, Jesús nunca pecó (Hebreos 4:15). ¿Por qué entonces se bautizó? La respuesta es que se estaba poniendo en el lugar del hombre pecador. Es decir, tú y yo. Él estaba cumpliendo toda justicia por nosotros. Incluso Juan se opuso a bautizarlo diciéndole a Jesús: “Yo necesito ser bautizado por ti, ¿y tú vienes a mí?”. “Pero Jesús le respondió: Deja ahora, porque así conviene que cumplamos toda justicia” (Mateo 3:14-15, énfasis añadido). De modo que Jesús se hizo hombre, pero no cualquier hombre, el hombre perfecto que cumplió toda justicia, incluyendo el bautismo que más tarde sería una ordenanza para todos los que creyeran en Él. Jesús se identificó plenamente contigo, al hacerse hombre y cumplir toda justicia en tu lugar.
Que Jesús se hiciera hombre es crucial. Hace poco escuché a una dama quejándose de un varón que defendía la dignidad de las mujeres; a ella le molestó que dado que el caballero no era mujer, no tenía derecho de hablar en nombre de ellas. Eso es absurdo y grosero en ese contexto, pero es muy cierto en relación a Cristo como representante. ¿Cómo puede representar al hombre si Él no es hombre?, ¿Cómo puede hablar en nombre de nosotros ante Dios?, ¿Cómo puede decir que Él cumplió toda justicia por nosotros si no tiene ninguna relación con la naturaleza humana? Así que, Jesús se hizo hombre, para ser un legítimo representante del hombre, para cumplir toda justicia por él, para vivir la vida perfecta que el hombre debió haber vivido.
Hasta aquí sabemos ya que, por ser hombre, Jesús es un buen representante, pues se identificó contigo. Pero entonces, ¿si otro hombre también es justo puede representarme en lugar de Jesús? No. Primero, porque "no hay justo, ni aún uno" (Romanos 3:11) además de Jesús. Y segundo, no cualquiera tiene esta encomienda. Eso nos lleva a la segunda razón por la que sólo Jesús puede representarte bien ante Dios.
2) Él está capacitado para hacerlo
El versículo 10 de Marcos 1 nos pinta una escena asombrosa y llena de misterios: “Y luego, cuando salía del agua, vio abrirse los cielos, y al Espíritu como paloma que descendía sobre él”. ¿Cómo se abrieron los cielos?, ¿el Espíritu Santo físicamente se convirtió en una paloma?, si es así ¿no podemos decir también que el Espíritu se encarnó?, ¿Qué ocurrió visiblemente después de que el Espíritu en forma de paloma posara sobre Jesús? No sabemos muchas cosas de este suceso; pero sí sabemos que el Espíritu permaneció sobre Jesús (Juan 1:32). Es decir, Jesús recibió el Espíritu Santo.
En el Antiguo Testamento, el Espíritu Santo descendía sólo sobre aquellos que iban a realizar una tarea especial (generalmente reyes, sacerdotes y profetas). Particularmente, Isaías 42:1 habla de un Siervo escogido de Jehová, el Cual realizaría una obra especial: “Él traerá justicia a las naciones”. Este siervo, según el pasaje, también tiene una característica peculiar: “he puesto sobre Él mi Espíritu”. De modo que ese Siervo profetizado sería lleno del Espíritu Santo para realizar una obra especial en bien del hombre: traer justicia.
Jesucristo es ese siervo sobre Quien el Espíritu Santo descendió para realizar la obra de traer justicia al hombre, de representarlo bien delante de Dios. Siendo hombre, Jesucristo fue “obediente hasta la muerte” (Filipenses 2:6). No cometió ni una sola falta, toda Su vida fue perfecta. Esa vida la vivió por el poder del Espíritu Santo en Él. ¿Para qué? Para concederles esa justicia Suya a un montón de hombres pecadores que creyeran en Él.
Ya vemos que no cualquier hombre puede ser nuestro representante ante Dios. Pero aún podrías pensar: “bueno, igual varios hombres recibieron también el Espíritu Santo”. Sí, pero no para esta obra especial. Además, no recibieron la aprobación directa de Dios para cumplir esta labor. Eso nos lleva a la tercera razón por la que sólo Jesús puede representarte bien ante Dios.
3) Él tiene la aprobación de Dios el Padre
Marcos 1:11 es tan claro como profundo: “Y vino una voz de los cielos que decía: Tú eres mi Hijo amado; en Ti tengo complacencia”. Él mismo Padre, Aquel que "nadie le vio jamás” (Juan 1:18), nos concedió que Su voz fuera escuchada. Sin duda lo que dijo era de suma importancia, algo tenía que quedar claro: Jesús es Su hijo amado, en Él se complace.
De inicio, esto nos recuerda de nuevo a Isaías 42:1 sobre el Siervo escogido, donde lo describe como: “en quien mi alma tiene contentamiento”; las mismas palabras del Padre en Marcos. Pero además, hay que notar que en toda la Biblia, a parte de Jesucristo, solo a otra persona se le llama por sí misma “hijo de Dios” (todos los demás somos hijos por adopción). ¿Intuyes a quién? Así es, a Adán (Lucas 3:38). Adán fue el primer hombre. No vino de otro hombre. Fue creado directamente por Dios del polvo de la tierra. Como hijo de Dios, él es el primer representante de la humanidad. Si alguien había de sustituirlo, por su puesto debía ser también hijo de Dios. De aquí la importancia de la declaración explícita del Padre que confirma que Jesús es Su Hijo. Pero más que esto, Jesucristo es “el Hijo de Dios” (Marcos 1:1). Él es infinitamente mayor que Adán. Adán fue creado al inicio, Jesucristo fue engendrado por Dios en la eternidad, ni tiene inicio ni final. Es Hijo de Dios en un sentido infinitamente mayor que Adán.
Además de esto, Adán, el primer representante, fue probado y falló. El Padre no tuvo en él complacencia. Y, en Adán como representante, toda la humanidad cayó en la maldición del pecado. Por eso tú tienes deseos de pecar aún cuando sabes que está mal. Heredaste de él esa naturaleza pecaminosa. Aún peor, heredaste el hacerlo de forma voluntaria, por eso no hay excusa. Y esa es la situación en la que nacemos toda la humanidad. Esto, recordemos, tiene una consecuencia: el infierno, la muerte eterna. Pero Jesucristo es diferente… Así llegamos a la cuarta razón por la que sólo Jesús puede representarte bien ante Dios.
4) Él sí obedeció a Dios
Cinco características nos da Marcos de la tentación de Cristo: (1) El Espíritu lo impulsó hacia ahí, (2)Estaba en el desierto, (3) Era tentado por Satanás, (4) Estaba con serpientes, (5) Usó la ayuda que Dios le proporcionó. Al contrastar las vidas de Adán y Jesús, estas características nos muestran que Jesucristo es el representante idóneo de la humanidad.
(1)Adán disfrutaba la presencia deleitosa de Dios como una invitación continua a obedecerlo; Su Espíritu se paseaba en el huerto. La peor prueba fue ponerle un árbol que no debía comer. Eso es todo. Muy diferente a la manera en que el Espíritu Santo arrojó (esa traducción es mejor que "impulsó") a Jesús hacia el desierto, para ser probado en las peores condiciones; (2) Adán estaba en un huerto, un lugar hermoso preparado por Dios para el disfrute del hombre y su mujer, nada ahí le invitaba a caer en el único pecado que podía llegar a cometer. Tenía cientos o miles de especies de arboles con frutos y alimentos diversos que podía comer, ¡y aún así pecó! Pero Jesucristo estaba en un desierto, en “el lugar fuerte" como lo llama Samuel, todo su entorno era hostil y empeoraba la prueba; (3) Satanás no tentó a Adán directamente, sino a su mujer. Y probablemente tuvo oportunidad de impedir la entrada del tentador al huerto, porque Dios le había mandado a Adán que “labrara el huerto, y lo guardase” (Génesis 1:15, énfasis añadido). Definitivamente lo único que tenía que hacer era confiar en Dios y seguir disfrutando de Su bendición. Jesucristo en cambio fue tentado directamente por Satanás. No había comido por cuarenta días y lo tentó con pan, sentía quizás impotencia y debilidad y lo tentó con darle poder, necesitaba la ayuda de Dios y lo incitó a tentar a Dios. Por cierto, cada tentación comenzaba con “si eres Hijo de Dios...”. Satanás pensaría que si hizo caer al primero, haría caer al segundo. Pero se equivocó; (4) Adán fue tentado por una sola serpiente, pero Jesucristo “estaba con las serpientes” (la Reina Valera lo traduce como "fieras", pero el mismo término griego se usa cuando a Pablo lo muerde una "víbora” en Hechos 28:3). Si Adán la tuvo difícil con una serpiente, lo de Jesucristo fue la prueba definitiva; (5) Y por último: Adán pudo pedir la ayuda de Dios, Quien se paseaba en el huerto, cerca de ellos, pero no lo hizo. Jesucristo, en cambio, usó los recursos que Dios le proporcionó para vencer la tentación: “los ángeles le servían”.
En resumidas cuentas, Jesucristo obedeció como Adán debió hacerlo, y sin ninguna de las ayudas que a él se le proporcionaron. Adán representó a la humanidad de una forma pésima pues nos guio al pecado y a la muerte. Jesús obedeció y nos rescató. "Porque así como en Adán todos mueren, también en Cristo todos serán vivificados" (1 Corintios 15:22).
Conclusión
Inevitablemente, tu carácter, comportamiento y actitud hacia Dios los heredaste de Adán y, por tanto, también el castigo: la muerte eterna. Es algo que no puedes negar. El pecado en tu vida lo demuestra. El infierno es tan real como el lugar donde te encuentras leyendo esto, solo que aún no llega el momento. Esto es serio.
Cambia ahora tu representante ante Dios. Uno que te dé vida eterna, uno al que Dios apruebe. Es decir, Jesús. ¿Cómo lo haces? Acude a Él en busca de salvación. Él ya vivió la vida perfecta que tú fallaste en vivir, y también recibió en la cruz el castigo que tú mereces: la muerte. Entonces solo arrepiéntete y cree en Él, y Su justicia será tuya, ya no tendrás que morir eternamente. Al instante en que acudas a Él con fe, Dios te verá tan justo como lo es Su Hijo Jesús, tu representante. Orando en este momento: confiésale tus pecados, pídele que te salve de ellos, y cree en Él. Él lo hará.
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